Todos o los más, alguna vez, nos convertiremos en padres de familia. Ora por una necedad biológica, digo, necesidad biológica, ora por una mutua, mancomunada decisión de pareja.
Ahora bien, con esta responsabilidad a cuestas, sea cual fuere el modo, electivo o impuesto, las recientes noticias que tengo noticia no pueden ser más que chocantes: una niña de tan solo 3 años de su edad fue brutalmente abaleada y para colmo y remate, la bala le destruyó la médula espinal, imposibilitándola a posteriori a caminar, a valerse por sí misma, a ser ella misma de nuevo. Ha quedado, la infausta niña, inocente a todas luces, en un estado lindante con el vegetal. Se ha quedado, pues, cuadripléjica y condenada a vivir con un respirador artificial de por vida.
Hace poco más de una semana, una semana y un día, en realidad; un asaltante, drogado –dijo, cuando fue capturado, a diversos periodistas– disparó, sin darse cuenta, al azar, más bien aturdido –alegó después– contra una niña de tan solo 3 años. ¿El móvil? Robar. Este asaltante, que enmascara su nombre real que es José Luis Astahuamán Estaico con el de “Papita”, por su semejanza palmaria con dicho tubérculo, opera bajo la modalidad criminal de “marcas”. A saber, inescrupulosos que pululan, subrepticios, por centros (bancos, casas de cambio) donde se realizan fuertes retiros de dineros, compra titánica de dólares, etc., para luego, en un descampado o en la vía expresa de turno o sabe Dios dónde –usualmente en lugares con poca sombra policial y nulo socorro–, sorprender a sus víctimas, con varios carrasos –robados, naturalmente– y pistola en mano, que aligera el trámite, y encapuchados, además, para poder hacerse de un desmerecido botín.
“Papita”, que en prisión será papilla, por esa ley de la selva, digo, de la reja, que, en cierta medida, es como la selva, “Papita”, escribía, se encargaba del amedrentamiento, mientras sus amigos, presurosos y encapuchados forcejeaban con la doña y el don de turno.
El asalto transcurría con la normalidad de los de siempre, como los muchos que hacen, casi a diario o cuando hay buenas “carnadas”. Ergo, algo pasaba ese domingo de mañana, sí, porque estos señores estaban “trabajando” temprano, como Dios manda, oiga usted. La doña solo les había entregado un fajo de billetes que, juntos, sumaban la módica suma de 2 dólares. Ellos querían más, además, pensó el rufián parecido al tubérculo nacional, en la angurria que es tan normal en todo criminal, todo este teatro cuesta y 2 palos no son suficientes. Ni a “Papita” ni a sus compinches "El Gordo" Pedro, "Filo" o Martín, les parecía esto normal ya que con pistola en mano, amedrentando de la forma como hacían y con una inocente niña a bordo y expuesta a cualquier cosa, esta pareja no soltara todo pues, compadre; eso sí que no, o, ¿quieren que quememos a la niñita? Habrían preguntado estos forajidos. En eso, el mal presagio se acrecentó, se oían un mucho de balas perdidas. ¡La policía! –Chilló uno–. ¡Sí, la tombería! –Confirmó otro–.
Un disparo seco, con silenciador y todo, retumbó en el carro asaltado, tomado. Romina, la pequeña niña de 3 años que viajaba con sus abuelos, rumbo a un circo de moda en Chorrillos, se había desplomado, ante la mirada atónita de la doña, su abuela.
Lo que sigue es de dominio público y ya lo dije, además, líneas arriba: la niña quedó cuadripléjica de por vida.
A propósito de esta terrible noticia, la semana pasada, a los pocos días, Keiko Fujimori, tan polémica ella –polémica no solo porque veía, con aprobación, al parecer, cómo su papi torturaba a su mami en Palacio sino porque estudió en el extranjero ¡y en Harvard todavía! Gracias a todos los peruanos y a la habilidad rateril de su papi y su amigo de siempre, Gladys Echaiz dixit–; la señora Fujimori, pues, propuso algo que ella sabe y bien que es improcedente, polémico, cortihumeante –neologismo que presento, hombre, no sean tan malos y úsenlo– y acaso fútil: la pena de muerte. A esta guisa, a los dos días nomás, don Lucho Castañeda, tan hablantín él, con verbo fluido, avala tal descabellada propuesta.
Por otro lado, o por el mismo, quizá, señores como el abogado Víctor García Toma, profesor de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega y ex profesor de mi antigua alma mater, la Villarreal, y, en sus ratos libres, cómo no, Ministro de Justicia, se opone a dicha medida y opina que carece de pragmatismo. Asimismo, el señor Ernesto de la Jara, que, quizá, sea más conocido por el extenso artículo que publicó a propósito de los motices abusos lexicográficos que propaga Aldito Mariátegui a diario desde su trinchera que es el periódico de los Agois, Correo, naturalmente; De la Jara, decía, sostiene que la pena de muerte no acaba con la delincuencia, como reza, como título, en una entrevista que publicó ayer La República sino que lo que se debe hacer es reformar las gollorías penitenciarias y las cárceles.
Es con este caso, el de Romina, que es realmente conmovedor, la clase política –dice César Hildebrandt en su hebdomadario Hildebrandt en sus trece– guarnecida por policías y blindajes, dice estar preocupada. Recién ahora algunos se dan cuenta de que estamos camino del Medellín de los 80, de la cuidad de Juárez del siglo XXI. Asimismo, nos dice que estamos en una guerra tan o cuasi tan cruenta con lo fue en los ochentas de Sendero. Esta es la guerra –escribe– de quienes están fuera de la ley porque, en el fondo, creen que todos estamos fuera de la ley. Y que haya banqueros ladrones, congresistas sinvergüenzas, ministros que roban, evasores de cuello y corbata, señorones del abuso, no hace sino contribuir a este clima de barbarie generalizada. El crimen no se puede combatir sino teniendo autoridad moral –sentencia–. A propósito de esto de la autoridad moral, mientras citaba a Hildebrandt recordé a mi brillante profesor de Introducción a la filosofía del ciclo pasado. Hablaba sobre los paradigmas de la moral, recuerdo, citaba a Gusti, a Aristóteles, a Kant ¡a Kant! Es archisabido que Kant era uno de los filósofos más abnegados y puntuales que existieron… Quizá muy apegado a eso de la filosofía como modo de vida que otro profesor de filosofía –Fernando Muñoz– impulsa fervientemente en las aulas sanmarquinas.
Con toda esta suerte de digresión poliquera y moral, que no son sino meras noticias locales, me pregunto, ¿por qué podemos decidir quién debe o no morir? ¿Quiénes somos para que a través de un conjunto de leyes decidamos que, por ejemplo, “Papita” deba morir y no Romina? No me entiendan mal, no. Yo no apoyo ni abalo lo que hizo este deleznable hombre, lo que no encuentro coherente es tal prepotencia esta de que podemos decidir quién debe morir. Romina en el estado en el que se encuentra merece, pues, la eutanasia. No tengo noticias si la familia o la propia Romina estarían de acuerdo a este respecto. Ergo, esta posibilidad, la de la legalización de la eutanasia, a nadie se le ocurre, nadie la menciona. Ora porque, pienso, es un tema incómodo no solo para nuestra sociedad pacata está tan sumida en un oscurantismo –religioso– padre, ora porque se vería raro acaso extrambótico que alguien diga, con palabras sutiles o duras cosas como: Pobre niña, en qué estado está, lo mejor es que ya no esté entre nosotros.
Seamos sinceros y no hipocritones, como los muchos que hay, ¿no es acaso mejor que Romina o cualquier otra persona que esté sufriendo de una enfermedad impostada, adquirida o genética y que, además, sea incurable, muera por más doloroso, más bien despiadado, que esto suene? ¿No nos haría más humanos acaso legalizar la eutanasia en vez de imponer la inútil pena de muerte? ¿Por qué condicionamos la muerte de algunos? ¿No es la muerte acaso liberadora, aunque suene paradójico, dadora de vida, no es el estado puro del sueño eterno? ¿Por qué imponer que algunos nazcan cuando sus padres así no lo desean o que otros no puedan morir cuando lo necesitan? Sé que este tema es sumamente controversial y que hiere susceptibilidades, pero, ¿hasta cuándo estaremos sumados en el oscurantismo? ¿Por qué tanta hipocresía?
¡Al fin alguien que menciona la eutanasia! Totalmente de acuerdo. Y aplaudo tu mención a Mr. Muñoz: FILOSOFÍA <-> MODO DE VIDA. Si tanto proponen la pena de muerte los corruptos esos, supongo que también estarán pensando en condenarse a ellos mismos. ¿De qué vale matar a un par de gatos que roban por aquí y por allá mientras ellos, que son un huevo, roban a todo el país? NOS roban!!!
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