lunes, 4 de abril de 2011

5 de abril o el día de la memoria

Hace 19 años Alberto Fujimori se hizo dictador. Era el Presidente de la República y estaba desesperado por su falta de poder congresal, por su falta de poder en general. Desde las sombras –como siempre–, su secuaz más leal, Vladimiro Montesinos, le sugirió un golpe de estado. El Chino pasó saliva, sudó frío y trastabilló:

                  –Déjeme terminar, ingeniero. –Dijo cínicamente su asesor–. Lo que necesita es un autogolpe de estado, pues. Relájese.

                  –¿Eso es posible? ¿No es anticonstitucional, acaso? –Espetó  Fujimori, hesitando.

Y el golpe lo dio en la noche del primer domingo (5) de abril de 1992. Mientras él, el presidente electo gracias un proceso democrático se hacía presidente de facto por televisión –curioso es, además, señalar que, 8 años más tarde, renunciaría por fax a la presidencia–; tanques, diversos comandos del ejército y policías militarizaban Lima, sitiaban su propia cuidad. El Congreso de la República y el Poder Judicial, a saber, los otros dos poderes del Estados quedaban disueltos. Disueltos temporalmente, era la muletilla que rezaba el dictador. Los periódicos y hasta el Colegio de Abogados de Lima no quedaron exentos del sitiado militar, por órdenes expresas de Vladimiro Montesinos abaladas por el maniquí Presidente. El pretexto: aprobar leyes antiterroristas. El objetivo real: hacerse dictador y saquear el país.
Es cierto que por aquel entonces, y desde los ochentas, el terror reinaba las calles; pero cierto es también que, desde el primer galopante gobierno de García, la policía venía haciendo una labor de contrainteligencia para capturar al Presidente Gonzalo, líder de Sendero Luminoso.  
El autogolpe Fujimori, en suma, fue una estafa de pretensiones miguelangelescas, ideada por su secuaz.

Pero, ¿por qué recordar todo esto? ¿No es acaso mejor olvidarnos de todo lo malo y mirar con optimismo de cara al futuro? El optimismo es necesario en un país multilingüe y, por añadidura, multicultural, amén de emergente, como el nuestro; tan mutilado, además, por el obscurantismo europeo y la estupidez convencional; como necesaria también es la MEMORIA. Un país sin memoria, aunque esto suene manido, más bien anquilosado, siempre recaerá en sus errores del pasado.  Si queremos, pues, ser un verdadero Estado-nación y no un anexo bananero del capitalismo tardío tenemos que tener MEMORIA.

Mañana el diario La República publicará, gratuitamente, el DVD del caso La Cantuta. Además, aunque la gran prensa lo minimice, mañana se realizará una movilización contra este lamentable hecho. 

No hagamos que la historia se repita, recordemos. No votemos por Keiko. No votemos por los extranjeros. Somos peruanos, siempre.

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