viernes, 5 de agosto de 2016

Memorias de PokémonGO [Dia 1]

Hoy salí con mi perro a jugar PokémonGo. Él es un labrador negro cruzado, es grande y juguetón. Fui con él no solo porque siempre lo saco todas las mañanas sino porque sabía lo que podía venir: la búsqueda pokémon. Y yo lo sé: aquello no es quedarte en tu casa (o pueblo inicial) y esperar a ver qué pasa: es más bien movimiento, tensión, viaje. Así, pues, estar pegado al celular con pokémons y poképaradas lejanas podría no solo ser perjudicial, ay carros locos sino peligroso, ay choros toscos, este fono no, pues, varón. Porque, vamos, que la seguridad ciudadana es un tema de temer. 

Cara de Perro vs ¿Perrovaca?

La experiencia PokémonGO contra todos mis pronósticos y reticencias, sin embargo, fue más que satisfactoria. No solo porque gocé como un enano, ay Dross, al reproducir mi experiencia pokémon de casa (de salón, digamos) en la calle, haciéndola la real, vamos (porque los que me conocen saben que hasta ahora no solo colecciono juegos y consolas de Pokémon sino que lo juego de manera, digamos, más o menos pro, pregúntame por mi FC, vieja), sino porque, más importante aun, me permitió conocer el arte, amén espacios públicos otrora desconocidos, de mi barrio y cercanías. Como algunos murales que estaban aledaños a mi casa y que en la vida había reparado en ellos. Todo un acierto para cultura este PokémonGO. Pero siempre, creo yo, sería bueno iniciar la búsqueda con algún colega al costado. O la mascota de turno. No queremos perder el fono, ¿o sí? Con el Equipo Rocket suelto por ahí, uno ya ni sabe, ay, Arceus.

¿PokémonGo nos recuerda lo nuestro?

domingo, 12 de junio de 2016

De ¿los odios?

Soy profesor de colegio no solo por conveniencia (económica –al menos no soy cínico–) sino porque creo que hay que forjarle a los alumnos una identidad: la peruanidad. ¿Qué es ser peruano?

Así, les dejé a todos los grados próximos a salir del colegio un trabajo ad hoc respecto de dar cuenta de una lengua originaria. En muchas de mis aulas, si no en todas, constaté el nulo interés, amén desinformación, que tienen los estudiantes, mis estudiantes, respecto del multilingüismo en el Perú. Salvo el quechua y el aimara, algunos desconocían las otras 46 lenguas peruanas. Sí, en el Perú se hablan 48 lenguas originarias, 4 en la sierra y 43 en la selva, amén la lengua de señas peruana. Algunos, me apena confesarlo, creían que el castellano (español o viceversa, es lo mismo) era una lengua peruana, originaria, amerindia. Ni el español ni el inglés ni el francés lo son. Se estudian, sí, se hablan, sí, se enseñan, sí, pero no son lenguas peruanas, originarias de aquí. Como lo son el quechua, el jaqaru, el aimara o el asháninka (mal llamado *ashanínka en las más de las escuelas de Lima), etcétera. Fue eso lo que me inspiró dejarles aquella tarea. Eso y forjar claramente qué es la semántica (como pretexto, vamos). Así, de entre todos los trabajos fueron los del quechua los que más llamaron mi atención. En uno, una alumna dio ejemplos de interjecciones quechuas que su abuelita de Cerro de Pasco le había dicho: «yana runtu» y «aka siki». Otra, en un local distinto, me dio un frase más bien coyuntural a modo de ejemplo. Esta frase expresa un sentir muy actual: «Elección atipani ama a Keiko», ‘en estas elecciones ganó el no a Keiko’. No ahondé en el sentir que aquella oración connotaba para ella o para quien se lo dijo pero me dejó pensando.

Ahora, domingo en la mañana, veo con asombro que la página «Vero no va» ha crecido geométricamente respecto de ayer o de cuanto fue creada: tiene más de 67 mil likes.


A Vero se la asocia con el terrorismo sin pruebas cuando fue Ayacucho, la provincia más golpeada por esta lacra, la que más apoyó a Mendoza en esta última elecciones. Cruel paradoja.


Esta página copia la misma frase que fue coreada en la última marcha de «No a keiko»: ‘No es odio sino amor al Perú’. Esto ya no solo me dejó pensando sino que me arrancó una conclusión. Una cruel y dolorosa conclusión. ¿Existe odio entre los peruanos? ¿Tenemos un país dividido? Aparentemente sí. El otro día conversaba con un colega y amigo mío muy querido que me decía, entre otras cosas, que había perdido la fe en la razón para hacer entender a la gente que Keiko, el fujimorismo, es un mal social, una lacra, tan nociva como lo fue y es el terrorismo en el Perú. El fujimorismo es un terrorismo de Estado. Lo fue durante los Noventas, lo es ahora con Keiko a la cabeza y su cúpula. Incluso una periodista dice que Keiko no es igual a su padre preso sino peor que él. Mi amigo me decía que lo mejor que podíamos hacer desde nuestros medios (yo desde la escuela, él desde la prensa) era pues generar consciencia mediante los sentimientos. Es decir, conmover. Es decir, utilizar lo que más odio en la vida: las falacias. La falacia ad misericordiam. Como esa de 'no es odio sino amor...'. Y así, solo así, poder disuadir a la gente de votar por el fujimorismo que volverá para tentar otra vez el sillón de Pizarro. Sé, sin embargo, que volverá a perder y ojalá, no me equivoque, de una manera apabullante para que de una vez entienda que #tenemos memoria y que ya no somos esos borregos que creías estupidizados, Alberto, manipulados, Vladimirio, embobados, señora Fujimori. Está en nuestras manos hacerlo. O en nuestro arte. Y no es odio, no, ni amor, de hecho, sino desinterés. Desinterés por lo nuestro. Como mis alumnos respecto de las lenguas de su patria. Para eso estamos, colegas. 

sábado, 11 de junio de 2016

A hard linguistic question

Last Wednesday, a student asked me, in English, about what dialect, he didn’t used this word but recursion ahead I’m using it, of English is the most difficult. Naturally, I said no one. He was asking me if I find British, American or Australian dialects difficult or which one is the hardest to master. That made me think about one thing I want to write about. What's the correct distinction between dialects? Is it only nationality that matters? I don't think so. What really matters is the speakers. I mean the way they speak. I mean where, exactly, they live. Thus, can we talk about a dialect in terms of countries or in terms of cultures yet districts or provinces? Culture matters. A country is not a culture itself yet a region that includes a lot of them. A lot of cultures that coexist together in a place called a country i. e. Peru, the USA, etc. A dialect is the way how a culture speak a language. How they express themselves in a language. Which one is the most difficult, Aaron? I have no idea, in that very three countries are a bunch of dialects that I don't even know. Hard question of yours.

viernes, 3 de junio de 2011

Votar por Ollanta Humala


Este domingo 5 de junio se cumplen 2 años de lo ocurrido en Bagua. Este 5 de junio, curiosamente, se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del periodo 2011-2016.

A los dos candidatos ya los conocemos de sobra. La candidata Fujimori estudió con el dinero de todos nosotros, detentó el poder –fue primera dama de la Nación–, avasalló a su madre y apoyó el miasma del gobierno del dictador alias presidente Fujimori. Actualmente es congresista de la República con un total de cero leyes planteadas y apoyo inánime al entreguismo de la sierra y la selva: sí, K. Fujimori y su bancada apoyaron el Baguazo

O. Humala luchó contra el terrorismo en ese mismo periodo –esto lo narra, magistralmente, el propio Humala en un libro que los voceros de K. Fujimori intentaron desacreditar, haciendo de éste una pésima y sesgada lectura–, se rebeló contra la re-reelección de alias Presidente Fujimori y ha tentado el cargo de presidencial una vez. Se lo acusa, además, de ser un ahuyentador de la economía, cuando en nuestro país la economía está totalmente avasallada a los misterios del Gran (Otro) capital, los designios de los extranjeros y del poder tergiverzante de la prensa rapaz. Además, se dice de él que está aliado con Chávez y que implantará una suerte de República Bolivariana del Perú cuando, en realidad, está aliado con economistas y pensadores renombrados del medio local e internacional.

En esta línea, a la candidata  Fujimori la apoyan oportunistas como un hombre que ha renegado de su apellido y le ha antepuesto la partícula “de” o  lobistas norteamericanos de ocasión.

Este domingo, pues,  aunque muchos de mi generación no quieran entender, aunque muchos empresarios lo quieran esconder y, por sobre todo, aunque la gran prensa lo pretende distorsionar, elegiremos entre la memoria o el olvido: entre la falta de identidad nacional, el entreguismo, el clientelismo de siempre (entendido como chorreo, asistencialismo, etcétera); o una propuesta concertadora de voces, receptora de ideas y críticas, merced de construida por los pensadores y tecnócratas serios y comprometidos.

Por eso yo voy a votar por Ollanta Humala.

domingo, 1 de mayo de 2011

No una sino muchas muertes

Cuando escucho acerca de la profecía Maya o cuando algún cristiano me asegura que el fin del mundo está cerca o cuando, ahora nomás, las gentes creen que Ollanta es el próximo  Rasputín, no hago sino reírme. Me río de buena gana, con ese denuedo que rajan las bromas que, por lo malísimas, dan risa. Me río de que, a pesar de los años y la arrolladora historia, aún la gente pueda tener esas creencias tan oscurantistas y si acaso dogmáticas. Pero no los culpo, no. Son creencias después de todo, jamás ideas, jamás. Son, parafraseando a Derrida a propósito del monolingüismo, prisioneros –no se su lengua como diría el argelino– de la embrutecedora mass media, que sigue canonizando papas mientras niños árabes se inmolan por su religión, pregonando bodas bobaliconas, cuando matan al hijo de Gadaffi y la situación en Libia se vuelve cada vez más insostenible;  y, claro, ocultando información incómoda y propagando la más cómoda, como una misa avasallante, o la espectacularización de lo privado ¿valdría decir la putatización de lo privado?, por decir algo.

Y recuerdo a Hinostroza, a lo del oscurecimiento de la oscuridad: lo poético, de un viernes de nostalgia y búsqueda. Recuerdo las muertes de esta moribunda, ¡por fin!, semana. Recuerdo una advertencia de muerte: leí en el blog de nosequién que falleció Rojas, mientras que en los pasillos de Letras cantábamos obituarios a Zavalita ¡ya quisieras, cabrón!, a Zavaleta, digo, con el perdón. Y el sábado ¡oh Sabato!, el sábado ¡nos levantamos con otra muerte, Congrains! Recuerdo las risas que sacaba, cojonudamente, Bayly cuando lo veo hecho un esperpento reaccionario en la caja boba. Y la nostalgia, los recuerdos aparecen, asechan. Pero es el 2011 y el nueve-once ya fue ajusticiado y Obama, y no Osama, será reelecto. Y todo no fue sino un sino de muerte en esta semana que languidece.

lunes, 4 de abril de 2011

5 de abril o el día de la memoria

Hace 19 años Alberto Fujimori se hizo dictador. Era el Presidente de la República y estaba desesperado por su falta de poder congresal, por su falta de poder en general. Desde las sombras –como siempre–, su secuaz más leal, Vladimiro Montesinos, le sugirió un golpe de estado. El Chino pasó saliva, sudó frío y trastabilló:

                  –Déjeme terminar, ingeniero. –Dijo cínicamente su asesor–. Lo que necesita es un autogolpe de estado, pues. Relájese.

                  –¿Eso es posible? ¿No es anticonstitucional, acaso? –Espetó  Fujimori, hesitando.

Y el golpe lo dio en la noche del primer domingo (5) de abril de 1992. Mientras él, el presidente electo gracias un proceso democrático se hacía presidente de facto por televisión –curioso es, además, señalar que, 8 años más tarde, renunciaría por fax a la presidencia–; tanques, diversos comandos del ejército y policías militarizaban Lima, sitiaban su propia cuidad. El Congreso de la República y el Poder Judicial, a saber, los otros dos poderes del Estados quedaban disueltos. Disueltos temporalmente, era la muletilla que rezaba el dictador. Los periódicos y hasta el Colegio de Abogados de Lima no quedaron exentos del sitiado militar, por órdenes expresas de Vladimiro Montesinos abaladas por el maniquí Presidente. El pretexto: aprobar leyes antiterroristas. El objetivo real: hacerse dictador y saquear el país.
Es cierto que por aquel entonces, y desde los ochentas, el terror reinaba las calles; pero cierto es también que, desde el primer galopante gobierno de García, la policía venía haciendo una labor de contrainteligencia para capturar al Presidente Gonzalo, líder de Sendero Luminoso.  
El autogolpe Fujimori, en suma, fue una estafa de pretensiones miguelangelescas, ideada por su secuaz.

Pero, ¿por qué recordar todo esto? ¿No es acaso mejor olvidarnos de todo lo malo y mirar con optimismo de cara al futuro? El optimismo es necesario en un país multilingüe y, por añadidura, multicultural, amén de emergente, como el nuestro; tan mutilado, además, por el obscurantismo europeo y la estupidez convencional; como necesaria también es la MEMORIA. Un país sin memoria, aunque esto suene manido, más bien anquilosado, siempre recaerá en sus errores del pasado.  Si queremos, pues, ser un verdadero Estado-nación y no un anexo bananero del capitalismo tardío tenemos que tener MEMORIA.

Mañana el diario La República publicará, gratuitamente, el DVD del caso La Cantuta. Además, aunque la gran prensa lo minimice, mañana se realizará una movilización contra este lamentable hecho. 

No hagamos que la historia se repita, recordemos. No votemos por Keiko. No votemos por los extranjeros. Somos peruanos, siempre.